Un nuevo autor, un nuevo mundo [Libre]

Una docena de libros encima de otro montón más, de muchos temas y distintos diseños, había libros de pasta gruesa, otros de pasta delgada, libros grandes y libros de bolsillo, libros de ciencias y libros de historias, verdes y rojos, azules y cafés, desde Martin y Tolkien hasta Poe, Shakespeare y Stoker, de Vampiros y de Números Reales, de Geología moderna y Vida Muggle, de Alquimia hasta una revista de moda del mundo mágico <<Lo último en moda de brujas; cree su estilo hechizante>>. Ya era fin de semana, bueno casi, un jueves por la tarde es bastante parecido a eso, ¿No? Al menos eso creía Axel, quien se preparaba para pasar algunas horas con la nariz entre los libros y el cabello entre los separadores, el día de mañana no tendría muchas clases y podría descansar tranquilamente; su lectura no era un deber de estudio, era un pasatiempo muy querido por él.

Llego temprano, casi minuto siguiente de su última clase, tenía la opción de ir con algunos compañeros a tomar unas bebidas, pero ya había ido el lunes y, ayer también, no quería tener la cabeza entre la cerveza, el asado, esos dulces rojizos tan deliciosos del bar: de amaranto, de sésamo, de sandía, de nuez, caramelo suave, chocolate, moco, lomo de rana y ojos de zarigüeya; las pláticas habituales con los mismos colegas: clases, chicas, competencias, gimnasio, que tan firme era su cabello. "Quizá es cosa mía", eso se decía al pensar que las pláticas entre sus amigos no eran muy diferentes de las que los muggles acostumbraban, con claras excepciones. Solo un día se sorprendió escuchando a un viejo compañero, a quien no le había prestado poca o ninguna atención alguna vez, charlando de los temas más interesantes para él en las últimas semanas: él y sus colegas se encontraban tratando de desentramar los misterios que algún-viejo-personaje de cuento había creado... Claro, no era un personaje tan solo, de una novela o un diario, sino un asesino real, de hace muchos años que desapareció tras haber cometido no menos que cuatro asesinatos violentos. Le hacía sentir… escalofríos.

Pronto se vio inmerso en su lectura, de tantos libros elegidos y tantas páginas vistas al ojo rápido, se decidió por sumergirse dentro de una lectura ligera, un libro pequeño que le alegraría la tarde según decían, aunque iba tarde con respecto a la "moda". Miro al fondo de la sala, estaba en los grandes sillones que dejan en la biblioteca para disfrutar de la más cómoda lectura, sin nadie en varios metros que le interrumpiera. A lo lejos estaba un pequeño grupo de estudio, en la recepción la señora que ha estado toda su vida ahí (por lo que le han dicho, nació siendo la recepcionista), unas mesas y bancas a lo lejos, un techo alto y bien decorado en lámparas y una pintura oscura junto a las docenas de libreros que albergaban, tan solo de exhibición, una colección más que envidiable de textos muy bien empastados. A parte de todo aquello, estaba bastante solo, contaba con unas diez personas en las cercanías, toneladas de roca, hierro, madera y papel y no había nada más singular. Se sentía... cómodo.